martes, 7 de junio de 2011

LA CEGUERA DEL PRECONCEPTO.-

Dr. Alberto Cafetzóglus
En un articulo anterior traté el tema de cómo la existencia de un preconcepto suele impedir el adecuado análisis de la prueba, de modo tal que quien efectúa la investigación fuerza el contenido para llegar a la conclusión a la que él quiere arribar, con lo que se coloca una venda en los ojos. Puse como ejemplo el caso del llamado Crimen de Cuenca de la historia judicial española.-

Anoche vi un programa de televisión en el que fue entrevistada Irene Hurtig, y como no podía ser de otra manera, gran parte de la misma giró sobre  la famosa comunicación telefónica en la que Carrascosa pide una ambulancia y en el trasfondo se oyen palabras de una mujer.-

Mas allá que es cierto que la peritación efectuada por Gendarmería dice que  por su brevedad no es posible determinar a quien pertenecen, lo que lleva a la señora Hurtig a insistir que se requiera la ayuda del FBI para analizarlas, quiero puntualizar algo importante: tanto el fiscal en su momento, como la “sentencia” de Casación se quedaron en la puerta de la grabación queriendo ver en ella la prueba decisiva de la supuesta coejecución por tres personas del homicidio (Carrascosa, Bartola y Hurtig).-
Pero no entraron al análisis del contenido de esos dichos desde un punto de vista lógico.-

Veamos. Se escucha, como es sabido, “tocala”… “te vas a dar cuenta”.-
Si se entra a lo intrínseco, es inevitable concluir que, en la hipótesis cuando NN1  le dice a NN2 esto que acabo de transcribir, salta a la vista que el primero quiere que  el segundo toque al cuerpo para que se de cuenta, (es decir tome conocimiento), de algo que  éste no sabe, y así se convenza de ello.-

Si nos colocamos en la hipótesis de que los tres nombrados habrían coejecutado el homicidio, tal como lo expusiera el fiscal y luego la Casación, esto es, uno disparando con la presencia y ayuda de los otros dos en el mismo momento, se ve claramente la venda en los ojos de los investigadores y el forzamiento de la conclusión condenatoria.-
Porque, ¿es admisible que quien ha disparado seis balazos que inevitablemente vio que impactaron en la cabeza de la victima tenga alguna duda de que ella está muerta?-
Y esto que digo también es en absoluto valido para quienes no dispararon pero estaban presentes ayudando: ¿es admisible, en elemental lógica, que quienes no dispararon pero vieron que el ejecutor disparó seis disparos que impactaron en la cabeza de la victima tengan la menor duda de que ella está muerta?

Repito, LA MAS ELEMENTAL LOGICA INDICA QUE NO.-
Nadie en el mundo que haya visto que a una persona se le pegan  no uno, sino nada menos que SEIS TIROS EN LA CABEZA, puede tener la menor duda de que quien los recibió está muerto.-
Así las cosas, es absolutamente innecesario tocar a la victima para darse cuenta de ello.-
Ergo, el análisis intrínseco de los dichos, es decir de sus contenidos, está indicando exactamente lo contrario. Esto es, que quienes hablaban, en un principio creían que la mujer caída estaba viva, y que luego se fue generando en ellos al menos la sospecha de que en realidad estaba muerta. De allí la necesidad de que se la tocase para despejar la duda y constatar la realidad de la muerte.-

Siendo esto así, la consecuencia inevitable, insisto, indicada POR LA MAS ELEMENTAL LOGICA, es que quienes hablaban no eran los coejecutores del homicidio, pues éstos no necesitaban ningún tocar y no podían tener la menor duda.-
Pero cuando el llamado a analizar un supuesto indicio parte de un preconcepto y, consciente o inconscientemente se obceca en él, esto le impide el análisis rigurosamente lógico, no solo de las formas externas, sino de lo más valioso, del contenido, de lo intrínseco. Y consecuentemente no ve la realidad sino lo que quiere ver.-
La introducción e invocación de la famosa grabación, quedandose en el límite externo del bosque y no permitiéndose penetrar en él, implica otra tremenda arbitrariedad. Una desesperada voluntad de condenar a alguien.-

Alberto Néstor Cafetzoglus.-         

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